lunes, 20 de diciembre de 2010

Recuerdos del parque

Siento el susurro de las verdes hojas renuentes a caer, mientras el viento acaricia su verde piel y este escurre deslizándose,

me recuerda;

A mis manos deslizándose por tus sedas de cobrizo color, ese color vívido, como el color de nuestras montañas que se funden con el marchito desierto en variados matices de sulfurosos tonos.
Tal como se funden tus cabellos en tu piel mate, colorida por el tiempo, desgastada por la vida y suavizada con mis caricias.
Y que ante el exuberante amarillo del brillante Dios Ra, cálida y morena ella viste, como la arena que forma los paisajes del desierto en busca del mar; con onduladas formas, formas extravagantes, formas femeninas y seductoras.
Y a veces decorada por la divina lluvia que su rastro deja florecido al marchito exiliado, vistiéndolo de gala en un fino vestido floreado.

Entonces aflora el olor a vainilla del café que está justo al doblar la esquina,

me recuerda;

A esa esencia que olvidas en mi almohada cada vez que partes.
Al sabor de tus besos, mientras me acaricias suavemente y luego desapareces.
Al calor de tu cuerpo que no me abandona ni aún en tu ausencia.
Al rastro que deja tu perfume en el aire.
Al sabor a campo de tu piel.

La gente murmura en conversaciones absurdas, que no comprendo;
entonces recuerdo;
Como tus pensamientos mas alocados, se parecen
Como tus celos inexplicables, se oyen
Como tus gritos de furia, son silenciados por la pasión que en ellos existen
Como tus risas, locuras y errores, que no tienen sentido y que no merecen sentido, solo te identifican, te forman, te definen.

Mientras el cielo me muestra su rostro infinito y la luna me hace compañía,
recuerdo;

El brillo profundo de tus ojos,
el alma escondida que se oculta tras esos cuerpos celestes,
su brillo complejo, su calor interno, la presión y la libertad que los rodea
lo que ven y añoran cada día,
las realidades desdichadas, los encuentros felices, la vida misma que te ha formado,
y por sobre todo a ti, perdida en un océano de posibilidades, enmarcada, acotada en tu mínima estatura y sin embargo;
Valiente, amada, segura y comprometida con tus entrañas, con tus deseos, contigo misma.
Deseo verte...

Mientras el cigarro se acaba, noto que ya no necesito recordarte;

es hora de partir a casa, a tu encuentro...











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